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Un libro de no ficción: En el piso de abajo

Below Stairs

Siendo el mes de la mujer, quise leer palabras escritas sobre ellas y por ellas. Me decidí por libros que narran las vidas de cuatro mujeres muy distintas: una joven nigeriana que le tiene terror a su padre, una mujer en sus cuarenta que decide que ya no tiene nada por qué vivir, la esposa de un escritor famoso, y una cocinera en la época de las grandes casas inglesas y sus patrones aristocráticos. Ya hablé de las primeras tres en entradas anteriores, que se encuentran en el archivo del mes de marzo. Hoy me toca hablar de Margaret Powell y las crónicas de En el piso de abajo, o Below Stairs según su título original. Si bien lo terminé en dos días, lamento decir que este fue el primer libro del desafío que me decepcionó.

Como fanática de las series Downton Abbey y Los de arriba y los de abajo esperaba más; me habían dicho que el libro abordaba los mismos temas y que las formas eran las mismas. Incluso leí un comentario halagador de la escritora de Llamen a la partera, otra autobiografía que me atrapó de principio a fin. Pero creo que el estilo de ambas obras es muy distinto. Entiendo que las vivencias de la partera están escritas por alguien con más formación, mientras que Powell no terminó la educación secundaria, entiendo que debería ser más comprensiva con las circunstancias, pero tengo que decir la verdad, leer su libro era como escuchar a una de esas veteranas que repiten hasta el cansancio que todo tiempo pasado fue mejor. «En esta época esto o aquello es más fácil, pero antes…», «ahora hay tal o cual cosa, pero antes…» y así es la cosa página tras página. Parece una colección de relatos que no difieren mucho unos de otros, salvo en algunos detalles; la lectura es tediosa y si lo terminé es porque quería ver si pasaba algo más.

Sé que algunos pensarán que soy una esnob literaria, puede ser, pero el estilo no fue lo único que me agotó, varios elementos me chocaron capítulo a capítulo; sentí que un resentimiento amargo iba en ascenso a pesar de que la autora dice no estar resentida, y parece como si su ética se basara solamente en lo que podía obtener de las personas o situaciones. Un ejemplo de esto último es cuando cuenta que uno de sus empleadores tenía la costumbre de tocarle el cuello y que no le hubiera importado si esas caricias hubieran venido acompañadas de una caja de chocolates. Otra cosa que me causó retorcijones de estómago fueron sus supuestos «intentos de superación», que no eran otra cosa que conseguir un marido para dejar de trabajar. Para cumplir el objetivo de su vida, escaneaba a los posibles candidatos en base a sus circunstancias económicas; por eso, así como a ella la despreciaban por ocupar el puesto más bajo dentro del servicio doméstico en esa época ―la ayudante de cocinera― ella desestimaba a todo el que trabajara en servicios, ya que casándose con uno de ellos nunca podría abandonar el trabajo. Comprendo que la época era otra, que la mujer no tenía casi opciones, pero los años van pasando y de ayudante de cocina pasa a ser cocinera, un puesto que para muchas era motivo de orgullo, pero su meta seguía siendo la misma. Por todo esto, me cuesta ver lo rescatable de la autobiografía. Tiene algún que otro elemento interesante, pero que ya conocía a través de otras historias. Es una mujer que no tuvo la oportunidad de educarse, aunque lo hizo después, cuando sus hijos eran mayores, cuando vio que no tenía de qué hablar con ellos. Pero esto apenas se menciona, está tirado al final como colgado de las últimas páginas, si hubiera sido lo principal, sería otro tema.

Tal vez porque el libro me resultó tan aburrido, esta entrada me está quedando igual de somnífera. Pero paso a contarles algo que me sucedió cuando leía los pasajes sobre el interés de la autora en encontrar a su marido salvador: recordé uno de mis primeros trabajos, el primero después de recibir mi título de traductora, en el año 2003. Habiendo terminado la carrera quería volver al trabajo lo antes posible, había dejado de trabajar durante el último año para poder dedicarme de lleno a estudiar. Al ver que no encontraba nada en mi campo laboral, acepté un puesto como anfitriona en el restaurante de lujo de un hotel cinco estrellas en Montevideo. Inocentemente pensé que me serviría para hacer contactos a través de los huéspedes de habla inglesa que podrían necesitar los servicios de una traductora. En mi primer día, después de que mi jefe terminó de darme el recorrido inicial y cuando íbamos a encargar mi uniforme, me dio un discurso que nunca olvidaré. Me dijo que era muy linda, pero que necesitaba usar más maquillaje, acortar mi pollera y ponerme «unos buenos tacos», porque él sabía que los hombres me iban a mirar y que si «hacía las cosas bien, uno de ellos me iba a sacar de ahí». Procedió a contarme la historia de una de las recepcionistas anteriores, que tuvo la suerte de que uno de los clientes regulares del hotel se había interesado en ella y la tenía como amante, le había comprado un apartamento y ahora almorzaba todos los jueves en el lugar donde antes había trabajado sirviendo a otros. De más está decir que el hombre era casado, viejo y totalmente repulsivo. Tuve que aguantarme las arcadas la primera vez que los vi juntos, ella siendo más o menos de mi edad.

También tuve que aguantarme las ganas de soltarle una chorrada de insultos a mi jefe; me contuve porque no quería perder el trabajo en mi primer día, pero luego me saqué las ganas de largarle otros discursos durante el año que trabajé allí: no necesito que ningún hombre venga a rescatarme, gracias. En aquel momento sentí mucho asco, y hoy que lo recuerdo, aún me sorprendo de que estas situaciones se sigan dando. Ya no estamos en los años 20, cuando una de las pocas salidas era el matrimonio, ni en los años 50, cuando las mujeres estudiaban hasta conseguir marido; sin embargo, muchos siguen pensando que el hombre es necesario para tener una mejor situación económica, no ya el marido, un amante que te de regalos basta. Mi jefe había visto mi currículum, sabía que yo era profesional universitaria, pero eso no importaba, un hombre tenía que salvarme de ese trabajo que me obligaba a estar 8 horas de pie. Más tarde me encargué de aclararle que trabajaba porque quería y que no se preocupara por mí, ya iba a lograr mis objetivos por mi cuenta.

El otro día recordaba este y otros trabajos odiosos que tuve y pensé: ahora sí creo que la mía es una historia de superación. En aquel hotel no logré más que traducir el menú sin cobrar nada, las tarjetas profesionales que di solo sirvieron para que algún huésped me llamara cuando se sentía solo, ofreciendo cenas y otras cosas más que rechacé. Hoy trabajo de lo mío, hago lo que quiero. Siempre digo que no tendré mucho; no tengo auto, ni casa propia, ni siquiera tengo una hipoteca, pero lo que tengo es mío, me lo gané yo. Y hoy ya no tengo que usar maquillaje, ni polleras cortas ni sonrisas forzadas.

unos buenos tacos

Me da curiosidad, a las lectoras mujeres, ¿les han pasado cosas parecidas? ¿Piensan que su vida es una historia de superación? 🙂

4 comentarios el “Un libro de no ficción: En el piso de abajo

  1. Es lindo leer la forma en que ponés de tu parte para una crítica como la que publicaste. Los libros nos pueden atravesar de formas como la que estás describiendo. E incluso aunque una lectura sea somnífera, algo resuena dentro nuestro, en este caso tu propia historia. Creo que si una persona es inquieta puede terminar creando algo que valga la pena compartir, aún dese el hastío. Quiero seguir leyéndote, si algunos libros que colgás en este blog te aburren, igualmente disfruto de tus pensamientos y sentimientos en este momento de tu vida. Tu vida es bastante diferente al tedio, al aburrimiento, y a las medias tintas. Por tu forma de ser es porque te queremos tanto.

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    • ¡Gracias por el comentario y por estar siempre al firme apoyando! Es verdad, todos los libros te generan algo, aunque más no sea las ganas o fuerzas para que tu vida sea todo lo contrario al aburrimiento 🙂 Por suerte el resto de libros que he venido eligiendo fueron en base a sugerencias de personas en cuyo gusto literario confío mucho, algunas son almas afines así que sé casi con seguridad que me va a caer muy bien lo que leo. Otro los elijo por los temas que me interesan. Y estoy siendo hábil para meter los libros que quiero leer en las categorías del desafío. Sé que va a llegar un momento en el que ya me queden categorías que no me interesen mucho, pero ahí también seré ingeniosa para no terminar leyendo 50 sombras de Grey, realmente no puedo forzarme a leer eso.
      Un abrazo, el cariño es mutuo 🙂

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  2. COINCIDO CONTIGO. ME DECEPCIONÓ EL LIBRO.ESPERABA ALGO MÁS. NO ME ATRAPARON LOS PERSONAJES Y MENOS AÚN LA FORMA EN QUE ESTÁ ESCRITO.

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  3. ¿Viste, Raquel? Una decepción, sin duda. Nada atrapa del libro 😦
    Lo bueno es que me salió baratísimo, por comprarlo usado y no me quitó más que dos días. Pero creo que su nuevo hogar será la biblioteca pública, no merece la pena que ocupe un lugar en mis abarrotados estantes jeje.

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